Entonces nos miramos.
Yo descubro unos ojos verdes intensos, como no había visto durante los muchos otros tantos días que precedieron a este.
Tú ves que ese gris de mi pupila me está delatando una sonrisa.
Y te ríes otra vez.
Porque te ríes siempre cada vez que nos cruzamos.
O ¿seré yo quien sonríe primero?. Y no me había dado cuenta, hasta hoy que nos miramos, de lo mucho que me gusta cruzarme contigo y hacer que sonrías.
Nos miramos de frente, pero no solo con los ojos.
Nuestra piel se mira también.
Nuestros cuerpos se miran también y nos piden cercanía.
Nos la exigen, como no nos la habían reclamado antes durante los muchos otros tantos días anteriores a este.
Ahora que tú me ves y yo sin duda he aprendido a mirarte bien.
Me brota una pregunta desde el corazón:
¿Con quién me voy a cruzar yo cuando me vaya si dejamos de mirarnos el tiempo que nos queda?.
No hay comentarios:
Publicar un comentario