6 feb 2018

Dulce Muy Dulce .-





Dulce Muy Dulce era un ser especial, con una sensibilidad infinita lo que provocaba ternura en cada cosa que hacía. A Dulce Muy Dulce le gustaba saludar a cada persona por las mañanas cuando en la calle con ellas se cruzaba.

- Buenos días.
- Buenos días.

Aunque ya imaginareis que no todos contestaban. Hay gente malhumorada ya desde primera hora de la mañana pero en fín, cada uno elige cómo quiere vivir.

"Es igual". Pensaba. "Yo los buenos días daré y con que alguien sonría ya es de mucho agradecer."

Dulce Muy Dulce tenía una presencia genial, todos a su lado querían estar, porque les hacía sentir especiales, queridos y además contaba unos chistes muy divertidos.

Pasar los días con Dulce Muy Dulce era fantástico, era como estar en el parque de atracciones todo el rato. Porque si algo no soportaba Dulce Muy Dulce era la monotonía, así que cada día algo especial y sorprendente hacía. (Como dar caramelos a gente que tosía. Disfrazarse de unicornio en la oficina. Sonreír con especial interés a su vecina a ver si la sonrisa de vuelta conseguía, y cuando eso pasaba hacía genial el día). 

Suave Muy Suave era una persona a la que todo el mundo quería acercarse, porque su cuerpo desprendía una increíble energía y tan solo con su mirada hacía que todo lo malo se te olvidara enseguida.

A Suave Muy Suave le gustaba muchísimo cantar, pero cantaba tan bajito que apenas se escuchaba su susurro musical. "Es igual". Se decía. "Yo lo paso bien y si canto con alguien así mejor le escucharé."

A Suave Muy Suave además de cantar le encantaba la fiesta, la noche que permitía hacernos a todos pardos. La libertad de poder dar abrazos, sin apenas acercarnos, simplemente abriendo los brazos.

Un día algodonado, uno de esos días en los que saltas de la cama y de repente sin saber cómo ya te trasladas a tu lugar de trabajo. Un día de esos en los que todo parece que está parado a tu alrededor y lo único que se mueve muy lentamente es el segundero del reloj.

Dulce Muy Dulce bajó a su tienda preferida de desayunos para comprar algo con azúcar a ver si así  se reconectaba con el mundo. Pues había pasado la noche en vela y más que despertar dormía todavía sin poder espabilarse.

En ese mismo momento y lugar se encontró con Suave Muy Suave, quien también había dormido poco y mal, pues había pasado tan buen rato cantando la noche anterior que se acostó tarde y el sueño muy bien no concilió.

- Buenos días.- saludó Dulce Muy Dulce como era habitual.
- Buenos días. - respondió Suave Muy Suave con su voz melosa un poco mal.
- Uy, parece que alguien no ha dormido mucho esta noche, a parte de mi. - sonrió.- ¿Te puedo invitar a un vaso de leche y miel?. Así escucharía tu voz de verdad.

Suave Muy Suave, que a parte de sueño y afonía no podía pensar demasiado todavía, aceptó sin dudar la fantástica invitación.

- De acuerdo, tengo un rato antes de entrar a trabajar. Podríamos compartir si quieres también un croissant. Me encantan los croissants.

- A mi también. ¿De mantequilla?.

Y pidieron tres, porque como bien sabéis siempre te quedas con ganas de un bocado más si solo tomas un croissant. Quedarse con ganas de algo te puede estropear el día entero por eso es mejor conocerse bien y hacer lo que te pida el cuerpo.

Así fue cómo se conocieron Dulce Muy Dulce y Suave Muy Suave, empezaron con buen pie, un buen buen día algodonado, un día de esos en los que pase lo que pase todo irá estupendamente, pues tienes todo el tiempo del mundo para hacerlo pausado, centrado y disfrutarlo mientras el segundero del reloj se va desplazando despacio.




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