18 dic 2019

Jane Weaver - Slow Motion (Radio Edit) .-

Muchas cajas de cartón .-


En Seattle hay miles de personas con trabajo que no pueden tener una casa donde dormir, su sueldo y el precio de la vivienda son diametralmente opuestos. Esta ciudad rota, también quiere ser como Seattle.

En Seattle llueve trescientos sesenta y cinco días al año. Imagínate el panorama.

Seattle además es la cuna de las cajas de cartón y fue allí donde se consolidó una vez más el capitalismo más feroz.

Cuando perdimos el poder adquisitivo y con ello el derecho a salir a la calle para compartir una lectura, un desayuno o un cine en compañía, el consumo se nos proporcionó empaquetado en nuestro salón.

Y, en un alarde enfurecido de negación de realidad, empezamos a comprar todo tipo de cosas para que nos las trajeran directamente a casa perfectamente presentadas en cajas de cartón. 

Nos hemos tirado el año hablando de los plásticos, los muchos plásticos y microplásticos, pero nadie se preocupa demasiado de la enfermedad que sufrimos gracias a las cajas de cartón.

La propiedad envilece. Lo mires por donde lo mires, en cuanto entendemos el `yo´ como merecedor de algo más que `el otro´ hemos perdido.

Sigo creyendo firmemente que no pasamos por esta experiencia de vida tan solo para satisfacer nuestras propias necesidades, menos aún si son imposiciones de otro.

Si dejamos que unos pocos gestionen lo que es de todas nos convertimos voluntariamente en esclavas. 

Dios en ese sentido estaba bien, dios mantenía a raya a casi todos los voraces.

No te voy a engañar, esta es mi época menos preferida del año por todo lo que representa.

No habrá ninguna noche buena si está envuelta en el  exceso o tocada por la carencia.

No habrá buenos propósitos en una cultura donde todo se mercantiliza, incluyendo los afectos.

Donde la felicidad depende mucho del egoísmo.

Y la prosperidad se entiende como acceso a cosas.

Muchas cosas traídas en cajas.

Nos vemos eso sí, a ser posible, en un año mejor.

5 dic 2019

The Glove - Mr. Alphabet Says .-

El hombre sin lactosa .-



Se dan en este principio de siglo una serie de intolerancias que mucho tienen que ver con la cultura post industrial en la que vivimos.

Ahora que no se trabaja con el cuerpo sino con la cabeza todo son ideas, todo son pensamientos, pero actos, lo que se dice buenos actos...poquitos.

Este es el caso del hombre sin lactosa un ser muy culto y muy leído pero que tirar, lo que se dice tirar, no tira. 

Como sus huesos son endebles, anda como chepudo y su metro ochenta se queda en un mediocre metro setenta. Con lo que no alcanza allí arriba, porque no se estira. No se estira nada. Hasta el punto de que eres tú la que lo invita cuando salís juntos, porque él está muy a favor de la igualdad de la mujer y es muy moderno en eso, concretamente en eso de que pagues tú, siempre.

No superó la adolescencia, y a pesar de tener poco que ofrecerle ya al mundo rockero que le dio personalidad, sigue manteniendo sus greñacas largas hasta el codo, porque total aunque se le caiga el pelo a manojos él no lo va a limpiar, porque tiene cosas que hacer de hombre, como por ejemplo: ir a comprarse vinilos o bajarse al bar a tomar unos quintos con los colegas.

Muy macho y muy alfa pero si se te cae un anillo al fregadero ya puedes ser tú la que desmonte el desagüe, porque sus manos no trabajan en cosas manuales. Nada manual ¿sabes a qué me refiero?

El hombre sin lactosa tiene un pecho retraído, el derecho, de ahí que muchas crean que es de izquierdas, pero no, para nada es de izquierdas. A él el sistema heteropatriarcal le pone, porque le pone en la posición que más le gusta, que es por encima de las demás.

Es muy fan además de lo panfletario y lo absoluto, a saber: 

Te dice que no pasarán, pero en realidad ya están dentro.

Te dice que sí se puede, pero el único que puede es él.

Es el típico tío cultureta postcarca de "El País", que llega a casa y se sienta a leer, porque lo de limpiar y recoger ya te lo deja a ti mujer, que lo haces todo mucho mejor. 

Todo lo de casa claro. Incluyendo la cocina que pone perdida cuando le da por cocinar algo.

Porque él es muy progre y muy feminista y eso. Hasta el punto de apropiarse con sus colegas el "nosotras", venga muchas gracias por la imagen de tres tíos con pelos en las pelotas nombrándose en femenino. Eso es darnos prioridad a las mujeres, claro que sí. Y un huevo de pato que se comería de mi parte, a ser posible crudo y sin sal.

Por supuesto, el hombre sin lactosa es hetero hasta la saciedad. 

El típico heteruzo que pasa el día con sus colegas (tíos), se la pela mientras ve el fútbol (eso son veintidos tíos buenorros en pantaloncito corto sudando mientras corretean por el cesped ¿eh? al loro) y luego llega a casa muy cansado, así que poco puede hacer con la mujer que le acompaña, salvo roncar toda la noche.

Maravilloso ser, sin duda.

¿Quién no querría a uno de estos a su lado el resto de su vida?

¿Qué sentido tiene mi presencia en el mundo sin un hombre sin lactosa?

¿Qué es la existencia sin él? ¿Qué?

Dímelo tú si es que lo sabes.

Dímelo tú por el amor de todas las diosas.

Dímelo.