Todo suele empezar con un leve roce.
La tela de tu blusa junto a mi brazo armado y bajo la ropa la piel y el calor que irradian los cuerpos que se reconocen cuando se acercan.
Es entonces cuando lo sientes y sabes que acaba de pasar algo extraordinario.
Luego viene la mirada, el viaje interior y la palabra que lo relativiza todo...
después, otro día, quieres más.
Y comienza el juego.
La provocación de una risa y quieres más.
Un guiño no definido que sale sin permiso ...
y así otro día, quieres más.
Después llegan los nombres, las cenas, las charlas inacabadas
y sigues queriendo más.
Hasta que llega el deseo y el deseo lo cubre todo.
Con suerte nuestros cuerpos se cubrirán por el deseo y querremos todos los días un poco más.
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