Una gota de agua en un cristal.
Perfecta.
Completamente mutable a cada segundo, con cada rayo de luz.
Brilla, resplandece, tiembla, vibra.
Preciosa.
Me quedé mirándola extasiada un buen rato,
hasta que decidió moverse de sitio y bajar verticalmente.
Directa hacia el alféizar de la ventana.
Desapareció pero, yo sentí que seguía allí.
Podría estar en cualquier lugar.
En todas partes.
En mí.
Y ahora.
Ahora que lo sabes, está en ti.
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