28 ene 2019

Oso y Ardilla .-


Érase una vez, en un lugar ártico de agua helada, que vivía un pequeño oso, a quien el frío no le gustaba (para nada, no, para nada). Pues con el frío el agua resbalaba, sus patas con el hielo se congelaban y con bastantes catarros siempre terminaba.

- Qué pereza levantarse ahora que me acurruqué en este sitio. - pensaba Oso, cuando llegaba el frío.

Oso soñaba con playas cálidas, cocoteros altísimos, dátiles dulces, plátanos tiernos y tés calentitos.

Y de entre todas las cosas deseadas, acceso en su vida tan solo a una de ellas tenía. Un té delicioso que tomaba cada día, concretamente a las seis. Pues a las seis aparecía, por su gruta, a diario, una ardilla curiosa, que de tanto viajar y saltar de copa en copa, acabó, no se sabe bien por qué, en un lugar ártico cargada de té.

Ardilla llegó tiempo atrás a este ártico lugar, después de una gran tormenta. Acurrucada en la rama de un árbol centenario, cobijada, de hojas de té cubierta. Y aquí se quedó a vivir, a pesar del frío, que a penas la dejaba dormir. Puesto que no encontró nunca más, árbol al que trepar, ni copa por la que saltar, para volver a su primer hogar.

- Haremos de este tu nuevo lugar.- decía Oso, mientras el té en el fuego ponía a calentar.

- No sé si este páramo helado, mucho a mí me va a gustar, pero tendremos que probar.

Qué remedio. Ya sabéis, cuando te quedas atrapada en un lugar no deseado, es mejor hacerse a la idea, y buscar un hogar agradable en el que resguardarse.

Así pues, fue Oso quien concluyó, que ya que él tenía frío y Ardilla mucho calor no sentía, cada tarde tomarían un té venido de otra parte, y juntos recrearían otros mundos más amables.

Oso cantaba canciones. Ardilla, a veces le seguía, aunque bailar le gustaba muchísimo más y así lo hacía. Ambos bufandas tejían, mientras juntos compartían fantasías, muchas tardes y muchas tazas de té.

Hay días de invierno, en los que la vida es más de quien la sueña, que de quien la quiere encarar con quejas por lo que quiere y no puede alcanzar. 

Oso y Ardilla lo saben bien.

¿Y tú?


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