2 may 2016

Chico mal .-



Había una vez un chico girado mal, su cuerpo se había desajustado de un modo tal, que cada vez que rotaba sus manos, los dedos se le anudaban de forma fatal.

Y luego costaba mucho desatarlos, como podréis imaginar.

Chico mal era un buen tipo, era en realidad un chico genial, pero su cuerpo virado, hacía que los demás le vieran equivocado, siempre en general.

A Chico mal le gustaba bailar, dar saltos y brincos de felicidad, pero tenía el cuerpo tan torsionado, que hacía capoeira y su compañero terminaba lesionado.

No es que le quisiera dar, es que era un chico mal y al doblar torcía y al girar doblaba y su cuerpo poco o ningún caso le hacía.

Así era Chico mal. Feliz, a pesar de que todos se reían al verle caminar, porque más que avanzar, parecía que iba hacia atrás.

- Nos vemos la semana pasada.- saludaba sonriendo, Chico mal. A ver si los demás le pillaban la broma, pero ya sabéis: los que de otros se ríen, no saben bromear.

Eso como otras muchas cosas a Chico mal le daban un poco bastante igual, porque ya con lo suyo tenía todo el día para entretenerse, como para que le afectara la mofa de los demás.

Ya sabéis, en realidad era un tipo genial.

Aunque nadie le hablaba, porque nadie sabía qué contestar. Suele pasar.

Un buen buen día, un día de esos en los que no te apetece despertarte y aunque te levantas puedes ir medio dormido a todas partes. Un día de esos en los que el Sol no termina de salir, porque también él quiere dormir. Chico mal salió como cada día, hacia la escuela de baile y el mismo chiste hizo, a los que de él cada día pretendían burlarse.

En ese preciso momento, una voz enorme llegó, desde el otro lado del parque en el que se carcajeaban sin parar, todos de Chico mal:

- Siéntate aquí, chico. Vamos a hablar. .- Le dijo la voz a nuestro tipo genial, quien, curioso como era, no pudo esperar a llegar al banco donde le esperaba un Señor descomunal.

Era un hombre grande, no se le veía mucho más, pues un enorme abrigo y un enorme sombrero le cubrían por todas partes.

Era un hombre tan grande que apenas cabía en el enorme asiento que ocupaba en el parque.

El caso es que Chico mal se acercó y junto al anciano se sentó.

(Anciano, intuyó que era, por su voz.)

- No, así no.- dijo el anciano sereno, cuando Chico mal fue a poner su trasero en el asiento.

Ya que a pesar de ponerse a su lado, tal y como tocaba, al ser Chico mal, terminaba siempre por darle la espalda. Y giraba y giraba y del lado correcto ponerse intentaba, pero no lo conseguía para nada.

Así que, el Anciano Gigante en un movimiento preciso y elegante levantó a chico mal al aire y le colocó tal y como se colocaban el resto que en el parque sentados estaban.

- Ves, yo sé que tú estás bien, pero en este mundo pareces del revés. Tenlo en cuenta. .- Explicó.- Te tienes que girar cada vez que te muevas, para que los demás no noten nada que les inquiete de ti. Ya sabes cómo son. Si ven algo diferente, solo saben mofarse y reír muy fuerte.

Chico mal entendió perfectamente.

Y fue así, que Chico mal empezó a hacerse trampas: aprendió a poner los asientos en su trasero antes de sentarse. Empezó a dejar que las calles le pasaran, para poder llegar a los sitios en el momento correcto. Incluso comenzó a fruncir mucho el ceño, para que los demás pensaran que algo le molestaba, así se callaban.

Nunca más se volvieron a burlar de Chico mal.

Un día, incluso se dejó volar, para no tropezarse con nadie.

Todo esto hizo y es siempre así, un tipo genial, para poder convivir en un mundo girado, torcido de tal manera, enrevesado tan mal, que no escucha, ni ve nada que no haya visto o escuchado ya. 


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