2 sept 2020
Sebastián Codex - Weird Fishes/Arpeggi .-
Ciervo camina solo en la ciudad .-
Bajó un ciervo a la ciudad
porque había escuchado que ya no había humanos allí.
Quiso escuchar el sonido de sus pezuñas sobre el asfalto.
No le gustó.
porque había escuchado que ya no había humanos allí.
Quiso escuchar el sonido de sus pezuñas sobre el asfalto.
No le gustó.
¿A quién le puede gustar?
Sólo a los hombres que se engañan.
Los que no se hablan.
Los que no se tratan como una misma especie.
Los que no saben cuidar.
Las ciudades están repletas de abuso y mentira.
Ni siquiera se escucha el trueno tras el relámpago antes de llover.
La lluvia aquí apenas moja.
Han tapado la tierra con asfalto.
Han cubierto sus cuerpos con plásticos.
Han ocultado sus ríos bajo el cemento.
Aquí todo está escondido.
Hasta los afectos.
¿Quién querría volver?
4 may 2020
Mujer cósmica.-
Cuesta acostarme a mi lado
sabiendo que sueño con alguien
tan irreal
Decían que vendrías de las estrellas
fuiste perseida fugaz
Que entrarías en mis sueños
y te harías realidad
En realidad
por mucho que te ensueñe
nunca aparecerás
Yo te quería cálida
fuerte
cercana
Solo he podido tenerte
desvaneciéndote entre mis manos
Cuesta acostarme a mi lado
Desaparecías poco a poco con cada beso
con cada risa robada
en cada noche que compartíamos almohada.
Cuesta acostarme a mi lado
Si me hubieras dicho te quiero alguna vez
sin pensar en ti misma
Si me hubieras mirado en algún momento
sin buscar en mí tu reflejo
Puede que ahora
me sabría más querida
menos sola
Puede que ahora
no sentiría todo
tan irreal
y
disfrutara de
acostarme
a mi lado
Soñaría universos
creería en el nosotras
dormiría más feliz
19 mar 2020
Tu labio inferior .-
Precioso trabajo de Claudia Ginesio Anechina
Tu labio inferior me ha dicho más cosas de ti
de las que me has querido contar.
Pero yo que te quería, y te quiero,
sé que tu labio inferior
se enfada tanto o más, como cuando frunces el ceño.
Tiembla, igual que tiembla tu piel cuando me acerco.
Y sonríe más que tus ojos cuando eres feliz.
Ese que se te sonroja
cuando hablamos de algo parecido al amor.
El que se esconde
cuando no sabes qué decir.
Ese,
tu labio inferior
que avanzas y tuerces en mueca
cuando algo no te cuadra.
El que se te encarna
si has bebido un poquito de más.
El que recorres con tu lengua
tras un bocado perfecto.
El que escondes bajo tu superior
antes de contarme algo emotivo.
Ese,
el que tengo tantas ganas de cubrir entre mis labios.
Con el que sueño cada noche antes de dormir
y ensueño cada mañana al despertar.
Ese.
25 feb 2020
Responden a las vibraciones rápidas y la presión mecánica profunda .-
Precioso trabajo de Andrea M Kollar
Llegadas a este punto confieso:
Cada vez que encajamos
tiembla toda mi alma
se conmueve completo mi corazón
vibra vivo mi ser
Y además informo:
No es suficiente mi cuerpo
para albergar
todo lo que me haces sentir
cuando nos encajamos.
12 feb 2020
Warpaint - Billie Holiday .-
Cuando llueve en la ciudad .-
Preciosa fotografía casual de Nuria F.
Han abierto las puertas de los templos de par en par
para mostrarnos a su dios esclavo
para que desde la calle podamos ser testigos
de la avaricia y lo injusto del credo.
Mientras tanto en la ciudad
titilan los cuerpos bajo la lluvia
se nos empañan las gafas de ver humanos
se nos nubla la vista tras gruesos ventanales.
No mires
Quédate en casa
Ensimísmate
28 ene 2020
Fanfarlo - Harold T Wilkins, Or How To Wait For A Very Long Time .-
Topo y Pingüino .-
Había una vez en un frío frío lugar una comuna de pingüinos en la que era muy difícil entrar. Eso se debía en gran medida a que los pingüinos sentían que ese lugar les pertenecía. Como si la tierra, el sol y el mar fueran una propiedad.
—No les queremos aquí.
—Se tendrán que ir.
—En este frío lugar solo nosotros podemos vivir.
Las reuniones de pingüinos, como podréis imaginar, eran muy exclusivas y bastante monotemáticas.
Pero por suerte siempre ocurre que no todo el mundo es gregario, aunque la doctrina les limite, y en este frío lugar había pocos pero había muy buenos pingüinos a los que les gustaba integrar a los demás.
Ese es el caso de uno de nuestros protagonistas.
Pingüino era un tipo muy estirado, con un andar muy aplomado, que solo se relacionaba con pingüinos como él, puesto que su educación le impedía mirar de igual a igual a otras especies del lugar, si es que las había, porque ya se encargaban los pingüinos de que nadie allí se quisiera quedar.
Aún así, de vez en cuando pasaba una gaviota despistada o un albatros. Incluso una vez se cuenta que hubo una familia de patos, que despistados perdieron el rumbo y terminaron allí, pero solo un rato.
Un día, eso sí, cayó por allí, no se sabe bien de dónde, un topo con cazadora y gafitas de aviador. ¿Puede ser que en este mundo hubiera un topo volador? Puede ser tal vez que se cayera de un globo. El caso es que cayó justo allí cerca de las patas de Pingüino en un día frío, muy frío. Frío como todos los demás.
Como Pingüino tenía problemas de cervical al principio no lo vio. Sólo oyó como un golpe seco y profundo precedido de un largo silbido y al ir a dar un paso más hacia la izquierda entonces sí, se encontró con el cuerpo dolorido del topo volador.
Una de las cosas que tiene la crianza en comunidad es que siempre confías en que ésta cuide de los demás tanto como cuidó de ti, si es que te has criado en un entorno seguro.
Pingüino, aunque anti gregario y con personalidad propia, seguía pensando que las ceremonias importan, por lo que pasó por el Consejo para ver cómo se debía proceder con este nuevo y peculiar ser.
Y así lo hizo, pero no fue suficiente.
Pingüino quedó entonces un poco perplejo, pues no entendía en absoluto la decisión del Consejo. No había argumento válido, ni veía la razón, para no ayudar a alguien que seguro lo necesitaba un montón. Así que cargó con su nuevo amigo y le llevó a un lugar por donde el resto de los pingüinos no solían pasear.
Y así lo hicieron.
Depende de la edad que tengas los años se hacen más o menos largos, Topo debió de caer mayor en ese hielo, pues llevaba ya más de una década allí y le parecieron muy pocos años.
Años en los que Pingüino le enseñó todas las cosas de Pingüino que sabía: como bucear, pescar arenques y beber agua salada. Esto último a Topo no le gustó para nada.
Cuando hablaban Topo escuchaba casi todo el tiempo, puesto que poco recordaba de lo que antes de llegar allí había hecho. El golpe lo debió dejar sin memoria de largo tiempo, pero su instinto le decía y eso sí que lo repetía siempre que tenía ocasión.
Un día el viento sopló con más fuerza de lo habitual. De eso Topo no se enteró puesto que había construido bajo tierra su hogar. Pero al día siguiente nevó con gran intensidad y eso sí lo notó, porque el tejado de su vivienda le empezó a quedar más cerca de su cabeza. Así que salió y en la puerta se encontró a su amigo Pingüino extrañamente helado.
Topo habló con determinación, como antes nunca Pingüino le había escuchado.
Al cabo de muy pocas horas un centenar de Pingüinos ateridos rodeaban el pequeño agujero por donde se entraba a la casa que Topo había esculpido. Topo salió y les indicó.
Y les llevó a una parte del glaciar aledaño a su agujero, donde había no una entrada sino una grieta en medio del hielo.
Al entrar por allí los Pingüinos no se lo creyeron. Durante el tiempo en que Topo fue rechazado por aquella comunidad, él se dedicó a escavar un refugio para todos por lo que pudiera pasar, porque sentía que pasaría algo que finalmente pasó. Un frío extremo llegó y se quedó.
El viento siguió rugiendo durante más de treinta días y más de treinta noches. La nieve caía con fuerza y de no ser por ese refugio de todos seguramente esta historia no acabaría como termina.
De los peces que pescó Topo solo se tomó las raspas y el resto lo almacenó en pequeñitas montañas.
Y es que las cosas que se hacen por los demás, si realmente se hacen para otros, no tienen que ser reconocidas.
Por supuesto que, en cuanto el tiempo cambió, Topo tomó una decisión y fue marcharse muy lejos, pues no le gustaba el Consejo, ni el frío, ni las raspas del pescado. Así que marchó hacia otro lado.
Eso sí, siguió hasta el final de sus días en contacto con Pingüino, quien recibía de vez en cuando noticias que llegaban volando, cuando una carta caía junto a él, tras un golpe seco precedido de un largo silbido.
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