Cuando el cielo escampó y de nuevo salió el Sol, el Señor Care, un poco cansado ya en cierto modo de ver y ver bailar a su invitado, sin que este con él una palabra hubiese cruzado, decidió que la hora de mostrarle la salida al mencionado realmente ya había llegado.
El Sol brillaba con sus últimos rayos, el jardín del Señor Care estaba bañado por pequeños arcoíris que entre sus margaritas se habían formado.
Y un pequeño grupo de aldeanos subía hacia la colina para acompañar al Señor Care de nuevo en otro atardecer.
Pero qué horror, qué espanto, el Señor Care salía de su hogar con el Sordo Bailarín al lado…
- Cuidado Señor Care!! Cuidado!! – gritaron los aldeanos al ver como el Sordo Bailarín dando vueltas se acercaba al jardín.
- Cuidado !!– dijo entonces el Señor Care a su invitado.
Tarde fue pues ya las margaritas había pisado.
El Sol brillaba con sus últimos rayos, el jardín del Señor Care estaba bañado por pequeños arcoíris que entre sus margaritas se habían formado.
Y un pequeño grupo de aldeanos subía hacia la colina para acompañar al Señor Care de nuevo en otro atardecer.
Pero qué horror, qué espanto, el Señor Care salía de su hogar con el Sordo Bailarín al lado…
- Cuidado Señor Care!! Cuidado!! – gritaron los aldeanos al ver como el Sordo Bailarín dando vueltas se acercaba al jardín.
- Cuidado !!– dijo entonces el Señor Care a su invitado.
Tarde fue pues ya las margaritas había pisado.
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