Adoro el jazz, esa es mi única verdad. A los 19 me iba a pasar las noches del sábado al populart en la calle huertas para poder escuchar jazz en directo mientras me bebía una cerveza y aporreaba la mesa al compás de la batería. Una vez uno de los camareros nos preguntó si sabíamos dónde estábamos….Evidente, no es lo que nos tocaba hacer.
Y es así, cuando tenía un año hablaba perfectamente y cuando nació mi hermana dos años después empecé a hablar mal para que ella pudiera entenderme. Porque sí, sabiéndome sola desde el primer momento sabía también que estar aquí es compartir y si no me entendía nadie porque no hacía lo que tocaba a mi edad, ¿qué iba a compartir?
Adoro el jazz, esa música de músicos que no necesitan de partitura porque todo lo saben, esa música que te toca el alma, esa música auténtica y única como esas pocas pocas cosas auténticas y únicas que consigues encontrar en estos largo largos años que nos tocan vivir.
Así que me empapé de pop y de rock y de indie y de blues y de tecno, minimal, dark, trans, dance, disco… para poder compartir, para poder compartir-me, para poder estar menos sola en esta vida que te ofrecen a ti, sólo a ti para estar sola. Para estar menos sola.
Pero adoro el jazz, los 180 dan para mucho aunque intente atraparlos bajo un manto de soma, los 180 se quedan ahí para acompañarme, para que pueda aprender lo que se supone que se tiene que hacer, para poder ser un “cives”, cuando en realidad me importa una mierda, para ser lo que se supone que tiene que ser un humano.
Aunque no creo que exista algo más auténtico y más humano que un buen concierto de jazz…compartido.
Y es así, cuando tenía un año hablaba perfectamente y cuando nació mi hermana dos años después empecé a hablar mal para que ella pudiera entenderme. Porque sí, sabiéndome sola desde el primer momento sabía también que estar aquí es compartir y si no me entendía nadie porque no hacía lo que tocaba a mi edad, ¿qué iba a compartir?
Adoro el jazz, esa música de músicos que no necesitan de partitura porque todo lo saben, esa música que te toca el alma, esa música auténtica y única como esas pocas pocas cosas auténticas y únicas que consigues encontrar en estos largo largos años que nos tocan vivir.
Así que me empapé de pop y de rock y de indie y de blues y de tecno, minimal, dark, trans, dance, disco… para poder compartir, para poder compartir-me, para poder estar menos sola en esta vida que te ofrecen a ti, sólo a ti para estar sola. Para estar menos sola.
Pero adoro el jazz, los 180 dan para mucho aunque intente atraparlos bajo un manto de soma, los 180 se quedan ahí para acompañarme, para que pueda aprender lo que se supone que se tiene que hacer, para poder ser un “cives”, cuando en realidad me importa una mierda, para ser lo que se supone que tiene que ser un humano.
Aunque no creo que exista algo más auténtico y más humano que un buen concierto de jazz…compartido.
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