Un tarde de lluvia el Señor Care, quien desde su casita de la colina podía otear todo lo que en la aldea acontecía, no pudo dejar de reparar en cómo el nuevo transeúnte se había quedado aislado bajo un Baobab no muy lejano dando vueltas bailando.
Sin pensarlo demasiado, ya que para el Señor Care primero estaba el bien del otro y luego su propio cuidado, salió con su mejor paraguas a recoger al sordo bailarín y traerle a su casa.
Se habían oído rumores ya de que el tal sordo era un poco desastre.
Se había escuchado también que no oía porque no quería y que su aislamiento era voluntario.
Se comentaba que el Sordo Bailarín no era bueno para nadie, ya que no hacía caso de nada y nada parecía importarle.
Todo eso le dio igual al Señor Care…: Tenía que cobijarle.
Sin pensarlo demasiado, ya que para el Señor Care primero estaba el bien del otro y luego su propio cuidado, salió con su mejor paraguas a recoger al sordo bailarín y traerle a su casa.
Se habían oído rumores ya de que el tal sordo era un poco desastre.
Se había escuchado también que no oía porque no quería y que su aislamiento era voluntario.
Se comentaba que el Sordo Bailarín no era bueno para nadie, ya que no hacía caso de nada y nada parecía importarle.
Todo eso le dio igual al Señor Care…: Tenía que cobijarle.
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