Madrid, siete y media de la mañana, otoño, un frio que te pelas, un sueño que te cagas y un viaje de cuarenta minutos por delante, caminas por las calles, oscuras aún, para llegar a la boca de metro, picas, entras, esquivas a tres zombis, llegas al andén entras en el vagón y te encuentras rodeado de caras ojerosas y bocas torcidas...una manera encantadora de empezar el día.
Salgo y por primera vez en ocho años (o mas) enciendo un cigarrillo nada mas salir al exterior, sintiéndome con una carga negativa de mocos rosa, como aquellos de Cazafantasmas 2 y una vez más, a pesar de, me alegro de haberme alejado de aquí, de haber dejado la prisa de los demás para los demás, de haberme dejado de tomar tan en serio.
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